En Chile, como en el resto del mundo, las mujeres tienen una participación considerablemente más baja que los hombres en las áreas relacionadas a la Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemática, también conocidas como STEM por sus siglas en inglés. Si bien, esta es una realidad arraigada en la sociedad, cada vez son mayores los esfuerzos para impulsar a más mujeres a dedicarse a estas áreas y romper las brechas de género que se lo impiden.
Algunos de los desafíos que genera la subrepresentación de las mujeres en carreras STEM tienen que ver con la replicación de desigualdades socioeconómicas, ya que son precisamente estas las carreras con mejores índices de empleabilidad e ingresos. Pero además, estas brechas tienen muchos otros efectos en la sociedad. Por ejemplo, hay estudios que plantean que la baja representación de mujeres en estos ámbitos genera sesgos en la producción de ciencia y tecnología, afectando en aspectos tan cruciales como la producción de medicamentos o los avances médicos.
De acuerdo al experto en educación y director del CENTRE UC, Ernesto Treviño, esta subrepresentación tiene sus orígenes en los primeros años de vida, y se va replicando en cada etapa de la vida educativa y laboral.
Usted se ha referido a la desigualdad de género en las disciplinas STEM. Precisamente en 2019 fue parte de un estudio sobre cómo impacta el género en las interacciones con el docente en las clases de matemáticas en Chile. ¿Puede contarme un poco sobre sus resultados?
A través del estudio “La inclusión de las niñas en las aulas de matemáticas chilenas: sesgo de género en las redes de interacciones profesor-estudiante”, encontramos que, en general, los docentes en las aulas de matemáticas, ya sean ellos hombres o mujeres, interactúan más con los estudiantes varones que con las estudiantes mujeres. Observamos que para que las niñas recibieran el mismo nivel de atención que los niños, debían estar en el top, es decir en el 10% más alto de calificaciones de su clase.
¿Qué elementos pueden estar incidiendo en este fenómeno?
Al analizar lo que sucede en el aula, identificamos dos o tres factores principales. Primero, notamos que en quinto básico, los niños tienden a tener más confianza para participar, ya sea que sepan o no sepan la respuesta a una pregunta. Esto refleja una cuestión de autoestima y disposición al riesgo. Por otro lado, los niños suelen ser más inquietos y buscan más la atención del docente, mientras que las niñas tienden a ser más reservadas y participan en momentos específicos. Este comportamiento puede ser resultado de un proceso de socialización desde una edad temprana.
¿Desde qué edad se pueden observar estas diferencias y cómo se relaciona con los roles que como sociedad asignamos a cada género?
Estas diferencias pueden observarse desde los primeros años en el hogar, donde las niñas suelen ser orientadas hacia roles de cuidado, mientras que los niños son más inclinados hacia actividades físicas o de pensamiento lógico. Esto refleja una cultura machista que influye implícita o explícitamente en la asignación de roles. Es un desafío revertir estas tendencias, ya que a menudo ni siquiera somos conscientes de ellas, siendo parte integral de nuestra cultura.
¿Cómo podemos abordar de manera efectiva estas diferencias?
Lo primero es poner esta realidad sobre el tapete, estudiarla y conversar de ella. Debemos promover la equidad desde una edad temprana, desafiando los roles de género y fomentando actitudes más inclusivas en el hogar y en la escuela. Esto implica cambiar patrones de crianza y ofrecer oportunidades equitativas para todos los niños, niñas y jóvenes en sus distintas etapas, desvinculando las expectativas de género de las capacidades individuales. Se trata de desacoplar los prejuicios que uno tiene respecto a quién le puede ir bien en una cosa u otra. Mirarnos al espejo y entender que a veces pensamos que somos equitativos, pero en la práctica evaluamos a las niñas principalmente en aspectos como el orden o el comportamiento, mientras que a los niños les exigimos desafíos más cognitivos.
En ese sentido, existe el prejuicio de que los niños suelen ser mejor en áreas como el pensamiento lógico y matemático, así como se cree que las niñas son mejores en roles de cuidado por su empatía y sensibilidad. ¿Estos sesgos tienen efecto en los resultados de las niñas o en sus capacidades?
Sí, estos sesgos afectan los resultados de las niñas. Sucede algo paradójico, aunque las niñas suelen tener mejores calificaciones que los niños en todas las asignaturas durante el colegio, incluyendo matemática o ciencia, cuando llega la prueba, hoy en día PAES, tienden a desempeñarse peor en las evaluaciones. Esto puede atribuirse a una menor autoestima en contextos donde se sienten evaluadas en áreas en las que creen que no son buenas. Esto por supuesto impacta su elección de carrera y contribuye a la falta de representación equitativa en diversas disciplinas.
¿Qué elementos crees que son esenciales para fomentar la confianza de las niñas y jóvenes en relación a las áreas STEM y cómo se puede abordar este desafío desde los colegios?
Creo que es fundamental cambiar la forma en que enseñamos y aprendemos, adoptando metodologías más prácticas y aplicadas, como el aprendizaje basado en proyectos. Esto permite a los estudiantes comprender la relevancia de los conceptos en la vida real y promueve la colaboración, el pensamiento crítico y la rotación de roles. Además, debemos garantizar que las niñas tengan roles protagónicos en las actividades, promoviendo un ambiente inclusivo y exploratorio que les permita desarrollar sus intereses y habilidades sin restricciones de género.